¿Quién carajos es Sa!koro?
Entrevistamos a Sa!koro, el joven bogotano que está revolucionando el trap nacional llenándolo de corridos, bambucos y cultura de internet.
Entrevistamos a Sa!koro, el joven bogotano que está revolucionando el trap nacional llenándolo de corridos, bambucos y cultura de internet.
“La Vorágine” es una novela histórica de José Eustasio Rivera sobre la violenta fiebre cauchera que desató su ira sobre la amazonía colombiana y sobre quienes buscaban una vida nueva en ella a principios del siglo XX. Su primera oración es:
Antes que me hubiera apasionado por mujer alguna, jugué mi corazón al azar, y me lo ganó la violencia.
Para los expertos, ese libro es una de las primeras obras del canon literario colombiano que piensa críticamente las condiciones materiales de las regiones apartadas de los centros de poder del país.
Para Sa!koro y para los miles de jóvenes colombianos que crecimos en ciudad y, sobre todo, en el internet, significa otra cosa: una de las primeras razones por las cuales recurrir a Google para evitar una tarea del colegio sobre algo que nos obligaban a leer.
Pero no hablo aquí de La Vorágine por eso. Sino porque la historia de Sa!koro también nos dice mucho sobre las condiciones materiales del país. Unas condiciones extremadamente distintas, tanto por historia como por acceso a recursos, pero que están marcadas por un hábitat monstruoso. El protagonista de la novela se sumerge en la oscura selva hasta ser devorado por ella. En cambio, desde que Internet se instaló en nosotros, su fauna de memes de Piolín y flora de feeds infinitos cubrió todo. Entre esa imponente y digital vegetación se cola poca luz, se trina mucho y, a lo lejos, se escuchan tiros de una partida de Fortnite.
Sa!koro es uno de los especímenes más llamativos del lado latinoamericano de ese ecosistema llamado algoritmo. Este perfil es sobre él y sobre el internet; sobre hacer rock, plugg, corridos tumbados y bambucos; y sobre ser y hacerse un artista emergente bogotano, uno que llena y pone a corear y a brincar aforos enteros sin siquiera vivir aquí.
Esta es la historia de cómo, antes de que se hubiera apasionado por fama alguna, David Vaillancourt jugó su corazón al internet y se lo ganó el plugg.
¿Quién carajos es David Vaillancourt?
David Vaillancourt nació en Bogotá el 4 de julio de 2003. Diez años después estaba obsesionado con raperos gringos como Wiz Khalifa, Fetty Wap o Chief Keef. Fue su hermano quien le abrió la primer puerta de la independencia sonora, la que se cruza al interesarse activamente por música descubierta por sí mismo, con gente contemporánea, y no a través de los papás. “Mi papá es más roquero clásico. Pero a mi mamá y mi abuela siempre les gustó la música popular colombiana en general. Viajábamos mucho al llano y les gustaba mucho escuchar música llanera y bambucos en vivo. Se me quedó mucho desde entonces, en particular este tema…”
Por la sensibilidad que desarrolló hacia esa música, escuchó todo el colegio a Jessi Uribe y a otros grandes referentes de la música popular contemporánea. Pero no solo de Colombia: los corridos tumbados y prohibidos de Herencia de Patrones o Eslabón Armado también estaban en su rotación.
En 2016, David daba el siguiente paso. Ya tocaba guitarra cuando se hundió más en internet hasta encontrar su gusto por el dubstep o los beats de artistas como StoopidXoool y Mexikodro. Por ellos quiso sus primeros encuentros con programas como Ableton y algunas piezas de hardware para controlarlo.
Cuando tenía 15, en 2018, David ayudó a un amigo mayor a hacer música para su proyecto de grado del colegio. “Al tiempo, estaba descubriendo que en Bogotá había toques y que había mucha gente disfrutando de la música que hacían esos artistas”. En 2019 terminó el tutorial del músico en potencia y le picaron las ganas de hacer algo propio y conseguir sus primeros equipos para grabarse a sí mismo. En temprano 2020, publica música original por primera vez, bajo su nombre real.
Los primeros tres temas eran sencillas baladas de rock melancólico y lento. Estaban muy bien grabadas y producidas para un debutante de su edad y sus letras eran punzantes, metafóricas, dolorosas y sorprendentemente serias. Tenía la voz acongojada como Los Dinosaurios Murieron Ayer, con la atención al espacio sonoro que se siente en proyectos como Paula Pera & El Fin de los Tiempos.
El soundtrack perfecto para ver desde la ventana las calles solas y congeladas de la Bogotá pandémica incluyó varios sencillos y el bello álbum Entre lo irreversible (diciembre de 2020), que prueba con una versión mucho más enérgica y rápida de ese rock intimista, ahora inspirado en el post-punk y similar en ciertos aspectos al trabajo de Distimia Agorafóbica.
Hoy en día, David no escucha casi bandas como esas o Nicolás y Los Fumadores, Quemarlo Todo Por Error y demás proyectos que encabezaron el boom del indie de Bogotá y Medellín. “Cuando los descubrí y vi lo que estaba pasando en torno a ellos, acepté y empecé a hacer su música. Pero, eventualmente, me daría cuenta de que no era lo mío. No me nace escuchar ni hacer indie”.
Eso sí, admite, “me gustan cosas como Babelgam, que además tiene a un ingeniero de sonido muy hijueputa, Felipe Rondón”. En ZETA ONCE EMBALADO (2022), el EP de remixes de la anterior banda, Sa!koro aparece con un remix de DELETE.
La cosa también era complicada porque la vulnerabiliad y honestidad que transmitían los sonidos y letras de David Vaillancourt se basaban en dolor muy real. “Me sentía esperando a que me pasara algo feo para poder escribir”. Es más que entendible que alguien se sature así del proyecto donde exclusivamente iban a parar las penas de una adolescencia distorsionada y lúgubre que llegaba a su fin cuando el mundo parecía hacer lo mismo por una pandemia.
La balada de Sa!koro: hacer de la música un juego
Habría que recordar que el parqués nos enseña a jugar con más de una ficha; y, de paso, que videojuegos como el League of Legends, nos muestran cómo armar un equipo.
En febrero del 2021, como quien crea una página de memes de Instagram, David publica un EP de tres canciones totalmente distintas a todo su trabajo anterior. Nombre de lanzamiento y nombre artístico eran el mismo: Sa!koro. 賽子(saikoro en kanjis japoneses) significa dado. Dado es también el apodo de cariño que le tiene su familia, y el nombre de su primera publicación como David Vaillancourt.
Descubrir esa música en ese entonces, sin ser una de las contadas personas que estaban metidas de cabeza en el Soundcloud trap desde Colombia, era toda una experiencia. Escuchabas confundido una mezcla de sintetizadores relativamente genéricos pero sobre todo brillantes y de textura digital, que recordaba a las pistas de Dance Dance Revolution; debajo, un beat impulsado por el latido de kicks y bajos saturadísimos; encima, una voz juguetona, casi infantil, rodeada de ad-libs y samples de anime; y, de fondo, letras sobre no salir los viernes por tener que ir a paseos familiares a Tabio [municipio cercano a Bogotá] o sobre el legendario “Bachatombo” de TikTok. Descubrir esa música era descubrir a alguien jugando y haciendo chistes con un programa de producción de audio.
“Lo que yo sí escuchaba mucho era hyperpop, glitchcore y trap”. A través de comunidades de Reddit, videos de YouTube y amigos músicos, Sa!koro se entrenó en el arte de replicar los elementos básicos de las versiones más innovadoras de esos géneros. El primer referente fue el venezolano Underaiki. “Yo pensaba que ese man era el mayor innovador del mundo porque me demoré en pasar de ahí a Yung Lean o Bladee, que ya estaban haciendo eso en Europa. Un día intenté hacer algo así por molestar y por burlarme de mí mismo y se lo mandé a mis amigos. A varios les gustó y me impulsaron a publicarlo”.
Desde 2020, Sa!koro ha estado hablando, trabajando y jugando videojuegos con los ahora integrantes de Deities: Ángel Dumile, Tada, Torrente, Carrizal, bodybagdiego y YNG VLL. “Creo que fuimos la primera agrupación de personas que se atrevió a hacer muchos subgéneros del trap under en Colombia. Nos acogimos mutuamente justo porque éramos poquitos. Cuando Torrente ya hacía cosas con hyperpop, Tada me escribió porque sabía que me interesaba esa estética. Nos vimos todos y dijimos ‘hey, apoyémonos, estamos haciendo cosas parecidas: salgamos adelante juntos’.
De hecho, para mí Ángel fue quien rompió la barrera de lo que podía ser el trap de acá. Cuando sacó el EP Insomnia Gazes (2019) pensé por primera vez que, si había gente haciendo esto, yo podría también dedicarme a la música que realmente me gusta”.
Paradójicamente, ese mismo 2021, como quien cambia de videojuego, Sa!koro se fue de Colombia solo para estudiar ingeniería de sonido en el centro de formación Musictechnic de Montreal, Canadá. En agosto, al momento de sacar Ga!tanes, solo se había presentado en vivo en Bogotá una vez, en La Yunta. Desde entonces quedó claro: Sa!koro, a pesar de hacer trap, es, mucho antes que rapero, un gran liricista y un cantante que domina el arte del autotune como herramienta expresiva.
Ga!tanes fue inspirado por el EP Cash Corridos (agosto de 2020) de Cash Bently. Jason Acas — figura clave para la difusión del trap en Colombia y quien recientemente publicó 3clips, producida por Sa!koro — me hizo fijarme en un contraste clave entre ambos. Mientras que el artista de Virginia compraba las pistas de otros, Sa!koro desbloqueaba el super poder de los artistas que son también productores, compositores e interpretes: la capacidad para transformar un track hasta que se ajuste a la perfección a la intención.
El resultado, que tomó al mundo alternativo por sorpresa, es un pegajosísimo EP de corridos tumbados de menos de siete minutos, con letras llenas de ternura, rencor inmaduro, ganas de farra y referencias del adolescente bogotano promedio.
En los últimos dos años, Sa!koro ha hecho cinco viajes a tocar en su tierra, en los que intenta sacar el provecho de una gira. Uno de esos shows fue abriendo el concierto de Rojuu, homólogo español, en La Pascasia de Medellín.
En ese lapso también ha sacado más de una decena de sencillos, dos EPs (6 éxitos navideños […] y HIEDRA DE MI AMOR) y dos álbumes (Gracias Sa!ko y Gracias Sa!ko 2). Este último es el primer proyecto compuesto, interpretado, producido, mezclado y masterizado enteramente por David. También es su proyecto más interesante y cohesivo. “Terminarlo ha sido lo mejor que he sentido hasta ahora. Nunca le había metido tanto trabajo a la música”.
Aunque toque cada vez más en Bogotá, la realidad es que aún vive y planea su vida en esa ciudad del norte: terminó el diplomado en ingeniería el año pasado y empezó a estudiar electroacústica en la Universidad de Concordia este 2023. A pesar de la barrera idiomática y de la falta de escena trap en la provincia de Quebec, Sa!koro se presentará el próximo septiembre por primera vez en Canadá gracias a la invitación del colectivo Strawberry Gothcake.
Mira como tocas las estrellas
A mediados de julio, Sa!koro y yo repasamos esa historia. Aproveché para preguntar por su punto de vista sobre ciertas cosas.
¿Por qué apostar a que los toques sean para todas las edades?
S: “Así Spotify me diga que el 50% de mis oyentes está entre los 18 y los 25, yo sé que es pura mierda. Tú vas a un toque y todos los chinos tienen entre 16 y 13 años. Esa es la gente más pegada al internet y a lo que está pasando en todos lados a la vez. Yo era así pero uno crece, tiene más responsabilidades y menos tiempo libre para el mundo casi ficticio del internet. Ellos aún no. Y es gente que ya está creando, haciendo cosas loquísimas sin tener 14 años”.
A dos años de Ga!tanes, ¿qué piensas sobre el auge de popularidad global que ahora viven los corridos?
S: “Los corridos han sido mainstream siempre. No solo en México: todos mis amigos y yo escuchamos corridos hace mucho. Solo que ahora a los gomelos de la 85 [sector de los rumbeaderos clase alta de Bogotá] ya no les parece peye. Lo raro es haberlos disfrutado tanto en unos contextos y ahora escucharlos en lugares que hacen que me dé algo de fastidio. Pero es normal, como ponerse pantalones anchísimos hace tres años: te hubieras visto como un payaso. Hoy en día eso es lo normal. Con el trap también ha pasado”.
¿Te genera repelencia?
S: “Obvio, pero porque artísticamente siempre me he propuesto coger la otra dirección si veo que todo el mundo está yendo para un cierto lugar. Esto es un ciclo.
Cuando yo saqué corridos me sentí mal de que les fuera mejor que al resto de mi música, que era el foco del proyecto. Pero, si miras los números, aunque a los corridos aún les va bien, a las cosas con las que he experimentado más les está yendo mucho mejor. Me pone feliz que los oyentes no me hayan vuelto un artista de corridos en el contexto de hoy en día. Yo quiero poder despertarme un día y decir “voy a sacar un reguetón” o un lo que sea y hacerlo. Mi público no espera algo en específico de mí tampoco, sino que están listos para disfrutar lo que tenga por mostrarles si es que está bien hecho.
La otra cara es que es más difícil hacer música que casi no suena porque al principio la gente no quiere darle la oportunidad. Las personas cercanas que no lo entienden solo reaccionan como hace mi abuelita: ‘wow, David, ¡qué chévere!’. Pero a ella puedo también mostrarle el bambuco y notar que genuinamente le emociona. Es lindo ver que puedo hacer feliz a la gente cercana a mí y hacerle percibir que tengo una visión artística que no inventé yo sino que es creciente en el mundo”.
¿De ahí viene la intención de probar ahora con el bambuco?
S: “En ritmo y progresión es un bambuco, pero está grabado con lo que tenía en casa y tiene un montón de autotune. El requinto es de hecho un instrumento de doce cuerdas para hacer corridos. Ese tema lo hice cuando volví a Montreal de abrirle a Rojuu. Estaba escuchando muchos bambucos mientras estaban empezando a sonar mucho los corridos. Eso me hizo pensar en que sería chévere agarrar su formato de dos guitarras, bajo y voz, pero para hacer algo que yo sintiera más propio, que he escuchado desde chiquito. Además es que tienen unas letras muy poéticas. Me gustan incluso más que las de los corridos”.
Si la música de David Vaillancourt venía de la vulnerabilidad, ¿de dónde viene lo que escribes como Sa!koro?
S: “Hoy en día depende del proyecto. HIEDRA DE MI AMOR (EP) es muy personal, casi como si estuviera escribiendo para David Vaillancourt pero contextualizado a otra música. Salió justo después del álbum más goofy y chistoso que he hecho. No creo que ahora tenga unas pocas formas de escribir, sino que me siento cómodo para dejarme tener la variedad necesaria para explorar lo que esté sintiendo en el momento”.
¿Y para dónde va?
S: “Creo que quiero dejar de hacer trap por un rato. Quiero hacer cosas más mías, más propias, más abstractas. Estoy esperando a tener suficiente material para sacar un álbum eventualmente. Pero también tengo singles ya hechos”.
De los siete artistas emergentes que hemos entrevistado en esta serie biográfica —todos ellos menores de treinta —, Sa!koro no es el único que no tendría sentido sin el internet y sin la sensibilidad suya y la de sus amigos para habitarlo. Los siete han conocido, aprendido a hacer y publicado música exclusivamente en un mundo dominado ya por las plataformas de streaming. Pero solo él, CRRDR y sus parches, hacen música que se basa en estéticas que exclusivamente pudieron llegar a nuestro país gracias a las redes.
Es música que además abraza esa realidad de forma única. Grupos como w.y.k. — proyecto bogotano y milennial de jazz rap — describen la desesperación que surge de hacer scroll indefinido en una red social. Hay un anhelo por lo análogo y una angustia ligada a la infinitud de contenido. El internet se había presentado en la música colombiana, hasta ahora, como la selva de La Vorágine.
El contraste es evidente en el arte de la generación posterior. ¿Cómo inicia Sa!koro el lento beat del sonido undergound de Atlanta que tiene “EL PLUGG HA MUERTO Y USTEDES LO MATARON”? Con sintetizadores futuristas, una voz de narrador que recrea una película de Semana Santa, sonidos de delfines y samples de ametralladoras como de videojuego. “Animal”, el track que abre el disco Latin core de CRRDR, samplea melodías y sonidos del EDM que inundó el mundo al rededor del 2013 gracias a la viralidad de sus artistas y de las piezas publicitarias de Tomorrowland; luego, embruja la nostalgia del oyente con percusiones techneras y samples vocales de neoperreo.
Como fenómenos son dos caras de la misma moneda: la música de la era del internet. Una cara es la de la electrónica pensada para la fiesta. Otra es la de la interpretación instrumental o vocal con la que se puede dar un concierto. Muakk —sello/colectivo de CRRDR — y Deities son las manifestaciones colombianas de la interpretación del mundo virtual que hicieron Sophie o Arca, por un lado; y 100gecs, Yung Beef o Bladee, por el otro.
Pero van un paso más allá que esos abre-trochas extranjeros, porque desde sus computadores reclamaron el internet como suyo. Caminaron por la selva de código como ese under anglo, con su forma de escuchar y producir la música, pero con el equipaje cultural de sus contextos reales. El resultado es un mundo creativo en el que los géneros no son casillas sino meras referencias.
Sospechar de un riesgo de homogenización en ese naciente universo estético contracultural es posible a pesar de la diferencia de géneros. Por poner un ejemplo, los pads explosivos, tipo night core, de “kip it alif”, de CRRDR, podrían ser parte de un remix de “QUERIDA CASA” de Sa!koro, o parte del Grave Robbing de la artista gringa Leroy. Pero basta con alejar la mirada para encontrar en ellos una preocupación por reafirmar sus orígenes y los sonidos que les hacen vibrar fibras profundas del corazón.
Pero si algo le enseña este último a la nueva camada de artistas emergentes latinoamericanos es que, a pesar de las tendencias y las redes, la música es un juego que no empieza oprimiendo “Start”, sino con la curiosidad para atreverse a lanzar una y otra vez los dados ocultos tras cada buscador en web.